sábado, 25 de julio de 2015

Madrugada

Despierto cuando el sol todavía duerme.
La oscuridad aprendió a escapar de nuestra pieza desde que llegaste.
Te observo dormir, sé que pronto vas a despertar y pedir mis brazos. Abrirás los labios y esperarás que te alimente. Me mirarás con esos ojos café que tanto se parecen a los míos, más en tu rostro son tan propios y únicos como todos tus demás rasgos.
Por ahora, te disfruto descansando. Alguna vez me desvelé por el estudio. Antes de que llegaras, tus movimientos en mi vientre me hacían andar por la casa en plena madrugada. Pero mi atención va para ti en todo momento. Y en estos instantes, te recorro con la mirada y sigo cada curva de tu carita y manos, sin que me importe ni pese la hora y la falta de sueño.
Sonrío. Tanto temí no ser la mamá que precisás. Aprendí que puedo crecer a tu lado, solo necesito práctica y que me tengas algo de paciencia. Todo deja de pesar cuando me acariciás y regalás esos besos tan mimosos tuyos.
Las letras nacen y se escriben cuando puedo robarle minutos al tiempo y a tu descanso. Ahora te escucho removerte en la cama y sé que debo volver a tu lado.
Hasta pronto, mi vida. Gracias por tanto.




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